quinta-feira, 17 de outubro de 2019

Chinesices... e o mundo de cócoras!

Mão amiga fez-nos chegar esta prosa do "Observador", pasquim digital que nem sempre as dá certas, mas que, neste caso, pela pena de um irónico Tiago Dores, achamos que é "na mouche".

Como é versão "Premium", a que nem todos têm acesso, aqui vos fica:


«Da China com Amor /premium
Tiago Dores

Os Estados Unidos encontram-se, de facto, mergulhados numa profunda crise. Sabemos que a coisa está mesmo feia quando cabe a um indivíduo com o currículo de Donald Trump ser a reserva moral da nação.
16 oct 2019

O título original da película de 1963 protagonizada pelo estiloso James Bond era, na verdade, From Russia with Love e não From China with Love. Mas se o nome original em inglês não é o mais apropriado para este caso, já a versão portuguesa é arrepiantemente sugestiva: Ordem para Matar. Pois é, além de toda a sorte de bugigangas a tuta-e-meia, por estes dias o que vem mais da China são sinais claros do tipo de afecto com que o estado chinês pretende acarinhar o resto do mundo. De início parece um abraço mesmo muito fraterno; depois o aperto começa a ficar ligeiramente desconfortável; quando dermos por isso, estamos a acordar de um mata-leão já como funcionários da linha de montagem de uma fábrica da Huawei em Pegões, com uma carga horária de 170 horas semanais e direito a um feriado por ano, a 22 de Dezembro, para festejar o dia em que, nos saudosos idos de 2011, o estado português ofereceu ao seu congénere chinês a EDP.
Vem esta muito gira distopia a propósito da polémica em curso na liga norte-americana de basquetebol, a NBA, depois de um dirigente dos Houston Rockets ter tido o desplante de enviar — imaginem só — um tweet pró-democracia de apoio à luta pela liberdade em Hong Kong. “Fight For Freedom, Stand With Hong Kong” foi o dislate tweetado e prontamente apagado. Ainda assim tarde de mais, pois a ira do governo chinês e das empresas chinesas (passe a redundância) já se tinha feito sentir, sob a forma de corte imediato de vários patrocínios à NBA.
Perante isto, como reagiram jogadores, treinadores e dirigentes da NBA? Dou-vos três hipóteses. Hipótese A: disseram “Levem daqui o vosso dinheiro sujo, comunas d’um raio! Não precisamos de vocês para nada, pá!” Hipótese B: mandaram o governo chinês dar uma volta, enquanto afirmavam orgulhosamente que a América é a terra da liberdade. Hipótese C: reagiram de forma tão mariquinhas que mais pareciam umas autênticas meninas. E a reposta certa é: nenhuma das hipóteses acima. As duas primeiras não podiam ser, porque a NBA jamais correria o risco de ferir a susceptibilidade de um governo totalitário que lhe põe bom dinheirinho nos bolsos. A terceira podia perfeitamente ser, mas a NBA jamais o admitira para não correr o risco de ferir as susceptibilidades da turba do politicamente correcto.
A reacção da NBA chegou pela voz de, entre outros, um dos seus jogadores mais famosos, LeBron James. LeBron garantiu não só que o dirigente dos Houston Rockets está mal informado sobre este tema, como também que muitas coisas negativas podem advir da liberdade de expressão. Confirma-se, portanto, não ser à toa que se costuma dizer “Na América, tudo é possível”. Pelos vistos, até é possível latagões com mais de dois metros de altura terem, afinal, o porte moral de um vulgar roedor doméstico. Aliás, em honra deste fã indefectível, a República Popular da China já alterou o seu calendário e tudo. A 25 de Janeiro de 2020, em vez de se celebrar o início do Ano do Rato, comemorar-se-á a entrada no Ano do LeBron James.
A propósito desta controvérsia, Donald Trump veio acusar — e bem — vários elementos da NBA de se terem acobardado e de serem coniventes com a China relativamente a Hong Kong. E assim se percebe que os Estados Unidos se encontram, de facto, mergulhados numa profunda crise. Sabemos que a coisa está mesmo feia quando cabe a um indivíduo com o currículo de Donald Trump ser a reserva moral da nação.»


sábado, 5 de outubro de 2019

Borges e Pedro Salvadores - algo que estamos a pontos de compreender...


Revisitando  J. L. Borges, escritor universal, mais do que argentino de origens tugas, tropecei num dos seus contos fantásticos, sempre actuais no tempo e no espaço.
Tal como diz o autor no final desta história, Pedro Salvadores é um símbolo de algo que estamos a ponto de compreender...


- Aqui vos fica:

Jorge Luis Borges: Pedro Salvadores


A Juan Murchison


Quiero dejar escrito, acaso por primera vez, uno de los hechos más raros y más tristes de nuestra historia. Intervenir lo menos posible en su narración, prescindir de adiciones pintorescas y de conjeturas aventuradas es, me parece, la mejor manera de hacerlo. Un hombre, una mujer y la vasta sombra de un dictador son los tres personajes. El hombre se llamó Pedro Salvadores; mi abuelo Acevedo lo vio, días o semanas después de la batalla de Caseros. Pedro Salvadores, tal vez, no difería del común de la gente, pero su destino y los años lo hicieron único. Sería un señor como tantos otros de su época. Poseería (nos cabe suponer) un establecimiento de campo y era unitario. El apellido de su mujer era Planes; los dos vivían en la calle Suipacha, no lejos de la esquina del Temple. La casa en que los hechos ocurrieron sería igual a las otras: la puerta de calle, el zaguán, la puerta cancel, las habitaciones, la hondura de los patios. Una noche, hacia 1842, oyeron el creciente y sordo rumor de los cascos de los caballos en la calle de tierra y los vivas y mueras de los jinetes. La mazorca, esta vez, no pasó de largo. Al griterío sucedieron los repetidos golpes, mientras los hombres derribaban la puerta, Salvadores pudo correr la mesa del comedor, alzar la alfombra y ocultarse en el sótano. La mujer puso la mesa en su lugar. La mazorca irrumpió; venían a llevárselo a Salvadores. La mujer declaró que éste había huido a Montevideo. No le creyeron; la azotaron, rompieron toda la vajilla celeste, registraron la casa, pero no se les ocurrió levantar la alfombra. A la medianoche se fueron, no sin haber jurado volver.
Aquí principia verdaderamente la historia de Pedro Salvadores. Vivió nueve años en el sótano. Por más que nos digamos que los años están hechos de días y los días de horas y que nueve años es un término abstracto y una suma imposible, esa historia es atroz. Sospecho que en la sombra que sus ojos aprendieron a descifrar, no pensaba en nada, ni siquiera en su odio ni en su peligro. Estaba ahí, en el sótano. Algunos ecos de aquel mundo que le estaba vedado le llegarían desde arriba: los pasos habituales de su mujer, el golpe del brocal y del balde, la pesada lluvia en el patio. Cada día, por lo demás, podía ser el último.
La mujer fue despidiendo a la servidumbre, que era capaz de delatarlos. Dijo a todos los suyos que Salvadores estaba en la Banda Oriental. Ganó el pan de los dos cosiendo para el ejército. En el decurso de los años tuvo dos hijos; la familia la repudió, atribuyéndolos a un amante. Después de la caída del tirano, le pedirían perdón de rodillas.
¿Qué fue, quién fue, Pedro Salvadores? ¿Lo encarcelaron el terror, el amor, la invisible presencia de Buenos Aires y, finalmente, la costumbre? Para que no la dejara sola, su mujer le daría inciertas noticias de conspiraciones y de victorias. Acaso era cobarde y la mujer lealmente le ocultó que ella lo sabía. Lo imagino en su sótano, tal vez sin un candil, sin un libro. La sombra lo hundiría en el sueño. Soñaría, al principio, con la noche tremenda en que el acero buscaba la garganta, con las calles abiertas, con la llanura. Al cabo de los años no podría huir y soñaría con el sótano. Sería, al principio, un acosado, un amenazado; después no lo sabremos nunca, un animal tranquilo en su madriguera o una suerte de oscura divinidad.
Todo esto hasta aquel día del verano de 1852 en que Rosas huyó. Fue entonces cuando el hombre secreto salió a la luz del día; mi abuelo habló con él. Fofo y obeso, estaba del color de la cera y no hablaba en voz alta. Nunca le devolvieron los campos que le habían sido confiscados; creo que murió en la miseria. Como todas las cosas, el destino de Pedro Salvadores nos parece un símbolo de algo que estamos a punto de comprender.


En Elogio de la sombra (1969)
Sobre este texto: José Emilio Pacheco: Dos momentos y una posdata